Hombradía entre rejas
Por Mikely Arencibia Pantoja
En la vida hay personas imprescindibles, útiles en todos los momentos y circunstancias, gente que desviste las desgracias con la firmeza del ejemplo incorruptible e íntegro.
Y aunque de ellos hay muchos en Cuba, tierra fértil para la hombradía, solo mencionaré cinco: René González, Antonio Guerrero, Gerardo Hernández, Fernando González y Ramón Labañino, los Héroes Cubanos Prisioneros Políticos del Imperio, que desde hace años llevan los uniformes de reclusos con el mismo honor y orgullo con que un soldado lleva sus más preciadas insignias.
Así lo predijo Ramón el 13 de diciembre de 2001, en su alegato presentado al jurado que prefirió votar por el dinero de la ultraderecha miamense antes que por la justicia. Hoy ellos mantienen la misma verticalidad sin esfuerzo extraordinario, porque los Héroes tienen la sangre topada de coraje.
Ningún método por violatorio e inhumano usado en contra de los Cinco ha podido, ni podrá, amordazar la verdad que sin pedir visa o correr trámites de viaje se cuela en la mayoría de las naciones y, muy a pesar de los enemigos de la Revolución, en el propio pueblo norteamericano que sabe de qué lado está la razón.
Tal vez la historia de la humanidad no recuerde jamás una paradoja tan grande como la que convierte en víctimas a los Cinco Héroes.
Ellos, probados luchadores contra el terrorismo, fueron condenados como tales precisamente por el gobierno de un país que se autoproclama paladín de la lucha contra el terrorismo pero que, en nombre de esta “cruzada”, se arroga el derecho de matar a gente inocente, destruir pueblos, sepultar sueños. Sin dudas, gran ironía e injusticia.
Cuba no privará al mundo de conocer la realidad de los hechos, porque, al final, las ideas nobles de las personas justas serán las que cortarán las cadenas, romperán idiomas, saltarán fronteras y globalizarán la paz.