domingo, 11 de enero de 2015

La pobreza del libre comercio



Una receta supuestamente ideal es vendida hace años con bombos y platillos. Se trata del libre comercio entre las naciones, una opción que en la práctica solo demuestra desigualdad de intercambio y agudiza aún más la pobreza.

Y a pesar de que los hambrientos no se pueden alimentar con estadísticas, vale recordar solo una cifra: de seguir las tendencias actuales, muy pronto habrá más de 2 000 millones de pobres en el mundo tratando de sobrevivir. Entonces cabrá preguntarse qué sucedió con todos los programas diseñados para combatir el flagelo.

El problema radica, entre otras cosas, en que mientras los países ricos asuman la pobreza como una ley natural les faltará voluntad política para encarar la dura realidad, al tiempo que las naciones subdesarrolladas seguirán financiando el derroche y la opulencia de las desarrolladas.

A propósito, los especialistas en el tema coinciden en señalar que la mayoría de los estados que adoptaron políticas de libre comercio terminaron con menos participación en el comercio mundial de la que tenían antes de instrumentar esas prácticas. Hecho contradictorio a juzgar por lo que proclaman sus defensores.

¿Pero quiénes figuran en la lista de los paladines del libre comercio?

El Banco Mundial encabeza la relación y a él le siguen el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, precisamente las mismas instituciones que debían promover políticas comerciales adecuadas acorde con los postulados que les dieron origen.

Sin embargo, ellas obran a favor de la minoría pudiente y, en consecuencia, les imponen el libre comercio a los países pobres como condicionantes para brindarles ayuda financiera y van más allá, pues también los amenazan con perder su visto bueno si se niegan a adoptarlas. Así arrastran hacia el patíbulo a economías enteras y las obligan a librar una pelea desigual e injusta.

En el caso del continente americano los titulares de esas instituciones aseguran que tal postura trae y promueve las inversiones en toda la región, al tiempo que contribuye a combatir el hambre y permite la aceleración del desarrollo al facilitar el acceso al mercado estadounidense, que es la mayor plaza del orbe.

No obstante, hasta el momento la realidad ha sacado a la palestra algo bien distinto, que puede explicarse como incremento de las diferencias en la región y mayor enriquecimiento de los grandes capitales internacionales, junto al fortalecimiento de la posición de los EE.UU. en el mundo.

En la pasada década la pobreza extrema creció en 28 millones de personas, hecho que subrayó el fracaso de un comercio que no tiene nada de libre y de cuantos proyectos se han encubado con el respaldo de los países poderosos que son, en definitiva, los que dominan el planeta y, a la vez, lo mantienen a la deriva.