domingo, 27 de enero de 2013

Martí, fuente inagotable de inspiración

Por Mikely Arencibia Pantoja

 


Este 28 de enero se cumplen 160 años del nacimiento de José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, el Apóstol, el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada en 1953 y, en resumen, el Maestro de todos los cubanos.

Y durante la celebración de la efeméride estaremos nuevamente acompañados por las ideas inmortales de quien más taladró a los latinoamericanos con la objetividad de su pensamiento.

Tal fue así, que hoy Martí aún anda posado en el alma de las personas dignas, es fuente de inspiración para encendidos discursos, trascendentales investigaciones y hasta en el diarismo coloquial de los humanos.

También está en las escuelas, en las casas de cultura. Anda erguido dentro de las fábricas, descubierto entre los surcos y fertilizado en el pecho de los jóvenes que levantan el presente y forjan el futuro.

Se resiste con justificada voluntad al pasar de los años, supera la muerte y es encarnado por cada “pino nuevo” que habita en la Mayor de las Antillas.

Su pensamiento antimperialista, humano y patriótico aquí se conserva como el mejor de los patrimonios, y este sirve de inspiración para enrumbar a la especie humana, como se manifiesta –por ejemplo– en los programas que lidera la Revolución Cubana en aras de conseguir la máxima de “ser cultos para ser libres”.

Sin ser Dios fue profeta, un joven que se adelantó a su época para predecir el futuro, alertar sobre sus consecuencias y sugerir el camino adecuado.

Su infatigable pluma se deslizó por miles de cuartillas que hoy son consulta obligada para todos y su ardiente verbo caracterizó las oratorias con las que convocó a la unidad como la vía más factible para encontrar la independencia.

Lo dicho no es poesía ni prosa con pretensiones de ser bonita. Es simplemente realidad, pues entre su infinidad de virtudes, nuestro Apóstol posee el don de estar, a la vez, en todas partes.

miércoles, 16 de enero de 2013

Unas letras en defensa de otras letras

Por: Mikely Arencibia Pantoja

Entre los tantos legados útiles ofrecidos por nuestros antepasados están, sin la menor duda, las bibliotecas, almacenes de sabiduría universal que hoy suelen ser desdeñados por determinados grupos de personas que se dejan acunar hasta el embobecimiento por el desarrollo de tecnologías como la multimedia e Internet.

Y aunque reconozco que ambas son en verdad fascinantes, solo me resisto a la idea de que un día la irracionalidad pueda darle sepultura a una herencia tan milenaria, donde se atesora parte de la historia de la humanidad.

Es cierto que actualmente el comercio de textos editados en soporte digital es cada vez más creciente, pues facilita múltiples ventajas al disponer en muchos casos, por ejemplo, de visitas virtuales, fotos tomadas en ángulos de 360 grados y explicaciones audiovisuales.

Sin embargo, ninguna comodidad, por excelsa que parezca, podrá echar a un lado la importancia que revisten las bibliotecas en la formación integral de los hombres.

Y no hablo de ir contrario al desarrollo. No se trata de renunciar a las facilidades que ofrece la versión digital de cualquier libro ni de poner en dudas los valores de este moderno sistema, sino de comprender que la lectura no puede ser privilegio de unos cuantos, porque, ¿qué quedará para los millones de seres que jamás han oído tan siquiera la palabra “computadora” o que a sabiendas de su existencia no tienen acceso a ella?

Todo lo contrario, la lectura debe ser, tiene que ser, una puerta abierta sin discriminación, sin que medie o importe el lugar que ocupen los individuos en la sociedad y sin que el dinero sea pasaporte para franquearla.

Entonces, me siento feliz al saber, por ejemplo, que en Cuba se desarrolla anualmente la Feria Internacional del Libro y que esta llega hasta los lugares más intrincados, o al conocer que aquí hay más de 300 bibliotecas públicas, sin contar las que se hallan en centros de trabajo y estudios, o hasta en las mismas prisiones, donde la condición de recluso no veta las oportunidades de recibir instrucción.

Se trata de que en la Mayor de las Antillas se sabe combinar lo útil con lo bello, al favorecer la apertura de estas instituciones culturales, remodelar las existentes, proveerlas de nuevos ejemplares y reactivar la industria editorial, al tiempo que se promueve y facilita el aprendizaje de la computación.

Sin dudas, lo más sabio en medio del galopante modernismo.

domingo, 6 de enero de 2013

Contrasentido de una condena

Por Mikely Arencibia Pantoja


Jamás la humanidad experimentó contradicción tan grande como la surgida en 1998 tras la detención en la Florida de Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, todos Héroes de la República de Cuba.

El contrasentido aparece desde el momento en que es reconocida por las propias autoridades estadounidenses la labor de luchadores antiterroristas que ellos realizaban allí, desde donde alertaban tanto a la Mayor de las Antillas como al imperio acerca de actividades ilegales contra la Isla gestadas en suelo norteamericano y con repercusión negativa para ese país.

No obstante, de muy poco sirvieron los argumentos esgrimidos por los testigos de la defensa en un juicio prefabricado en beneficio de la mafia radicada en Miami, que desde el triunfo cubano de 1959 vive su peor insomnio: ver destruida a la Revolución Cubana y que sostienen actitudes viriles como la de estos jóvenes.

Así, bajo presión, amenaza y soborno los jueces renunciaron a toda ética, cordura y equidad, y sancionaron a los Cinco Héroes con injustas y largas.

Y a menos que la doble moral sea reconocida como un hecho cierto dentro de la Constitución norteamericana nadie sabe aún por qué están presos, pues resulta tristemente risible que la misma nación que le ha declarado la guerra al terrorismo mantenga recluidos y bajo pésimo trato a personas cuya conducta respondía a idéntico fin gubernamental.

En esencia, los únicos delitos confesos cometidos por Gerardo, René, Ramón, Antonio y Fernando es el de ser cubanos y el de lamentar no tener más que una vida para entregarla a su Patria. Y semejante postura no merece la ingratitud del castigo, sino el premio de la humanidad agradecida.