martes, 7 de junio de 2016

De guapos y guaperías

Entre guapo y guapería hay significativa distancia semántica y práctica, aunque en ocasiones los términos suelan ser confundidos o emparentados forzadamente.

Según la academia, guapo significa persona de bellas facciones, animosa y valiente, en cambio guapería equivale a “bravuconería”, es decir, a hacer “alarde de valentía, ser fanfarrón”.

Y pese a que imagino que lo dicho es suficientemente claro para todos, no terminaré aún porque antes quiero invitarlo a un recorrido virtual por nuestras calles, de manera que usted pueda reflexionar desde el punto de vista práctico.

Por ejemplo, de acuerdo con el diccionario y con mi modesto criterio, guapos de verdad son el obrero metalúrgico que permanece durante horas al lado del horno donde se funde el metal, el cañero que no suelta la mocha mientras haya un plantón en pie o el guardacostas que aprendió a convivir con la soledad para cuidar la tranquilidad del país.

Pero guapos también son el pescador, el minero, el empleado de comunales, el científico, el educador..., es decir, todos los que diariamente se hacen camino al andar con el único fin de contribuir al desarrollo colectivo y, por tanto, a su crecimiento individual.

Ahora bien, estos guapos nada tienen que ver con la guapería, pues lo de ellos es trabajar, ganarse la vida honradamente sin perjudicar a nadie, sin alardear, menospreciar o bravuconear, cosas que sí hacen las personas que al instante le presento.

Por ejemplo, la guapería está implícita en el hombre que transita intencionalmente por el medio de la calle y obliga a los conductores a detenerse o a esquivarlo, no sin antes lanzarle a estos una mirada desafiante.

Pero también es obra de quienes hablan con prepotencia, rompen la organización de una cola mediante el uso de palabras obscenas, convierten sus casas en “discotecas” y responden groseramente a los vecinos cuando intentan reclamarle respeto, o abusan con los ancianos, niños y mujeres.

Y aunque hay personas autotituladas “guapas” por su chabacanería y despotismo, particularmente no comparto tal calificativo, pues, como ya le dije, para mí los guapos son otros: los hombres y las mujeres de verdad, los que se entregan a conquistar un mundo mejor armados de sencillez y pasión, independientemente del oficio que desempeñen.

El resto forma parte de la guapería, o sea, de la hojarasca de la vida, del alarde, del llamado “folklore callejero”. Solo eso.