miércoles, 3 de abril de 2013

Tercer Mundo: de víctima a victimario

Por Mikely Arencibia Pantoja

La precaria situación de la niñez a escala planetaria es tema recurrente en la prensa de todos los países, aún de aquellos que hacen caso omiso a los llamados de conciencia hechos en los diferentes medios.

Los casos más denunciados son los referentes a los infantes del llamado tercer mundo, porque las naciones ubicadas en esa categoría son las de mayor pobreza en el sentido amplio de la palabra y, en consecuencia, predominan en ellas males como la prostitución, el trabajo infantil, la denominada “esclavitud moderna” –que no por eso deja de ser esclavitud–, el analfabetismo, la drogadicción, el alcoholismo…

Pero resulta muy contrastante saber que muchas de estas alertas son el resultado de investigaciones nacidas en importantes academias de países desarrollados, cuyos analistas dedican años a estudiar el tema, presentarlo y engavetarlo, pues es normal que sus gobiernos, enriquecidos en gran parte a causa de esos descalabros sociales, no mueven un solo centavo en aras de aliviar tan siquiera ese lado triste del universo humano.

Hoy tengo en mis manos un ejemplo elocuente. Se trata de una investigación, dirigida por el Instituto de Salud Infantil de la Universidad de Londres, en la que fueron analizados datos de 45 países en desarrollo y donde una de las conclusiones más arrolladoras fue que 200 millones de niños menores de cinco años no logran su potencial cognitivo en esas regiones, algo realmente “alarmante”, según los estudiosos.

Salió a la luz, además, que alrededor de 219 millones de pequeños viven con impedimentos cognitivos, la mayoría en el sur de Asia y el África subsahariana. Es decir, que hay diferencias importantes entre los niveles de desarrollo actuales de los niños y lo que hubieran podido lograr en un ambiente más adecuado.

Otro resultado pavoroso derivado de la ponencia estima que 99 millones de infantes en edad escolar no asisten a la escuela, y de los que matriculan solo el 78 por ciento logra completar la primaria.

Sin embargo, a la hora de exponer responsabilidades y sugerir acciones, los analistas solo dirigen sus apuntes hacia las familias de los menores y recomiendan “estimular a los niños con programas de juego e involucrar a los padres con estrategias para mejorar su ambiente familiar”.

Por otro lado, lean bien, aseguran los londinenses que “los beneficios pueden ser incluso mayores si se combinan la estimulación psicológica con mejores dietas y mejores cuidados de salud para los menores de cinco años”.

Recuerde amigo lector, que ellos se refieren a escenarios como Haití, Burundi, Jamaica… Por lo que sin minimizar los resultados de tanta teoría, dudo mucho que las familias desposeídas de ese mundo en desarrollo tengan tiempo, recursos o conocimientos para seguir las sugerencias anteriores, si no se les brinda apoyo gubernamental, incluido, por supuesto, la ayuda internacional que bien podría venir del mismo Londres, es decir, de donde partió la investigación.

Los académicos no pueden olvidar la génesis de tanta miseria, algo que se ignora con frecuencia.

Ellos deberían partir sus análisis de una época tan lejana como la conquista y posterior saqueo de estos sitios. Asimismo, sería saludable que tuvieran en cuenta que hoy, en pleno siglo XXI, la situación todavía se agrava debido, entre otras cosas, a la existencia de un mundo desarrollado egoísta que se enriquece del robo de cerebros, el comercio desigual, la fuga de capitales, el tráfico humano, la esclavitud… provenientes, precisamente, de las regiones en desarrollo.

Y en el caso específico de Londres, es pecado olvidar que el Reino Unido es autor directo de las masacres ocurridas en Iraq y que, por consiguiente, mutilan las vidas y los sueños de millones de familias. ¿Acaso esos muertos están incluidos en la ponencia?

Entonces, no dejo de preguntarme por qué no se le da una utilidad real a esas investigaciones que toman cuerpo en el propio vientre de los responsables de tantos siglos de atraso. ¿Por qué, por ejemplo, no se proponen acciones solidarias internacionales como las que emprende Cuba en materias de salud, educación y deporte? Sin dudas, es más fácil echarle la culpa a quien no puede defenderse.

Los progenitores de los incontables niños que, según el estudio, no logran su potencial cognitivo, no son los culpables directos del problema y sí las principales víctimas, y ellos necesitan ayuda no informes.