Diariamente el ser humano le da sepultura a decenas de
tradiciones. El piropo, por ejemplo, está entre las costumbres que más
puñaladas traperas reciben. Lo que surgió como elogio, hoy deviene insulto,
grosería, chabacanería.
El arte de piropear se ha transformado y hay quienes
dicen que la metamorfosis se debe a los cambios sociales que ocurren en la vida
del cubano.
“Los románticos están fuera de moda”, aseguran
algunos. “Las mujeres son prácticas”, afirman otros. Sin embargo, amén de
cualquier causa, resalta una evidencia: las lisonjas que enamoraron a nuestras
abuelas ya anunciaron un viaje sin retorno al más allá.
Mientras tanto, el piropo solo aparece esporádicamente
en boca de pocos apasionados, al tiempo que su sustituto, el insulto, invade
calles y agrede los delicados oídos femeninos.
No es problema de instrucción, nivel cultural,
categoría profesional, raza o edad, pues el virus está diseminado por todos los
estratos de la sociedad.
Tres muestras extraídas al azar, entre muchas, le
agregan más sustancia a este comentario.
Recientemente alguien que padece de “trauma
informático” pronunció la siguiente frase ante una joven: “Señorita, sus
redondos ojos me recuerdan a un DVD y su
forma de caminar parece realidad virtual”.
Ese mismo día, otra persona espetó: “¡Mami, qué rica tú estás!”.
Pero cualquier récord de vulgaridad, trivialidad,
inelegancia, ordinariez y prosaísmo, quedó hecho añicos después de ser testigo
presencial de la escena que al instante describo.
Reparto La Conchita, cinco de la tarde. Una mujer
aguarda en la parada de ómnibus, cuando un ciclista exclama: “¡Qué clase de
yegua!”.
A la muchacha se le tiñó de rubor el semblante,
aunque, por suerte, había una potranca cerca y la duda de hacia quién iban
dirigidas aquellas palabras, le permitió rebasar la vergüenza.
La gran mayoría de los hombres coincidimos en que la
belleza de las damas es creación excepcional, entonces no acabo de entender por
qué las bombardeamos con vocablos obscenos, frases atrevidas y descaradas,
cuando el idioma español está saturado de adjetivos nobles y agradables.
El piropo será sepultado y me deshago tras la razón
que justifique ese crimen, mas no la encuentro.
Es cierto que hoy abundan mujeres semidesnudas,
provocativas e insinuadoras, como dijo hace poco uno de los matarifes de la
alabanza, no obstante, creo que nada ampara el actuar primitivo de lanzarle
piedras a quienes merecen flores.