martes, 28 de mayo de 2013

Frank Fernández: “Aquí nací y aquí moriré”

Por Mikely Arencibia Pantoja


Tras la idea de entrevistar a uno de los cinco mejores pianistas del mundo, apareció la incertidumbre acerca de la posibilidad real de ese encuentro.

Frank Fernández siempre ha dejado bien clara la importancia que le concede a un minuto y eso, unido a los múltiples compromisos que ocupan a un artista de su talla, reforzaba nuestro temor.

Sin embargo, no hicieron falta intermediarios, ni recomendaciones. Solo bastaron dos llamadas telefónicas para concertar la cita en su propia casa, ubicada en Miramar, Ciudad de La Habana, Cuba.

Él nació en Mayarí Arriba y a pesar de los años que lleva alejado de su terruño, no se ha desprendido de la hospitalidad que caracteriza a los natales del oriente cubano y como tal se comportó.

Más que amable fue paciente. Nos permitió revolver recuerdos, husmear en sus hábitos, arrancarle algunas confesiones y dejó que le robáramos dos horas de su preciado tiempo. Muestras suficientes para demostrarnos que posee la principal fortaleza de un humano: la sencillez.

Conversamos sobre muchas cosas, tantas que no alcanzaría toda esta página. Entonces, aceptamos el reto de intentar presentarle al hombre común y corriente que conocimos y obviar algunos temas vinculados principalmente con su formación académica, que han sido recurrentes en otras publicaciones. Ojalá lo hayamos logrado.

LA ENTREVISTA

M: Entre música y realidad existe estrecha relación. En medio del contexto nacional actual, ¿dónde encuentra la inspiración?

FF: Nunca me había hecho esa pregunta. Para mí la inspiración es algo tangible, que proporciona un estado de gracia, que te permite crear cosas con un nivel de comunicación y en momentos de calidad que al no estar inspirado no suceden.
No confío mi trabajo a la inspiración. Yo laboro cotidianamente y siempre he dicho y mantengo, que bienvenida sea la inspiración, pero que me sorprenda trabajando.

M: En una oportunidad Silvio Rodríguez dijo: “Frank Fernández es un excelente concertista del piano”. ¿Cómo se llega a ser excelente?

FF: Esas preguntas que implican un autojuicio de valor son muy difíciles de contestar. Yo no sé si soy un excelente pianista, yo no me ocupo de autovalorarme y sí de superarme, de tratar de mejorar; pero si alguna cosa de excelencia he logrado, para llegar a ella lo que he utilizado es un poco de talento y mucho estudio.

M: Durante una etapa estuvo vinculado a la pedagogía. ¿Qué le aportó?

FF: Muchísimo. Hasta ese momento conocía mis virtudes y defectos, y en la enseñanza pude aprender muchas más virtudes de otras personas y tuve que superar muchos más defectos de los que yo conocía.

M: ¿Cuál es su intérprete favorito?

FF: El último que tocó

M: ¿Cómo define su temperamento?

FF: Soy una persona muy ansiosa, para la cual un minuto es algo muy largo, muy grande, muy valioso. Trato de vivir cada minuto lo más intensamente posible, para mí no hay nada más importante. Creo que le impongo la pasión a todo lo que puedo, a todo lo que me rodea, aunque seguramente no lo logro siempre.

M: ¿Su experiencia más insólita?

FF: La estoy viviendo en estos momentos.

M: ¿La más cotidiana?

FF: Estudiar

M: ¿Ocupación preferida?

FF: Ver cine, vídeo, todo lo que sea filmado.

M: ¿Qué hace horas antes de un concierto?

FF: Tratar de reposar y concentrarme lo más posible, generalmente duermo.

M: ¿Por qué toca el piano?

FF: Es una necesidad del espíritu, al cual nunca le impongo cosas. Yo toco el piano porque tengo necesidad de tocarlo, para vivir. Me dedico a la música de concierto porque es la que más colma mis deseos y me nutro de todos los géneros, porque mi espíritu lo necesita.

M: ¿Cree en la suerte?

FF: Sí y no. En ocasiones creo, como dijo alguien, que la suerte es la justificación de los mediocres, y en esos momentos pienso que la única suerte es trabajar por lo que uno quiere. Pero a veces pienso, con independencia de que casi todo se forja por uno mismo, que algunas cosas llegan o se van sin estar previstas por la voluntad del hombre y en esos momentos creo que la suerte existe.

M: En una ocasión usted expresó que el orgullo de ser cubano tenía un precio. ¿Cuál es el precio de ese orgullo?

FF: Recuerdo que esa frase la dije a raíz de algunas dificultades que surgían en los contratos y en las realizaciones de determinadas giras internacionales, debido a nuestra permanencia en Cuba y a la situación de bloqueo y soledad en que se han empeñado sumir a nuestro país.

Por ejemplo, hay lugares a donde te invitan por el cariño, prestigio y respeto que hay sobre tu trabajo, pero la prensa en muchos casos nos ha confesado que no pueden hacer un artículo acorde al éxito obtenido porque no se lo publicarían, debido a que tenemos sede en La Habana y el periódico no quiere estimular nuestra posición política. Ese es el precio.

Y el orgullo para mí es obvio, porque no podría vivir en otro país que no fuera Cuba. Yo necesito del afecto, del aire, de la vida, del humanismo, de la picardía y de la fraternidad cubana. Aquí nací y aquí moriré.

domingo, 19 de mayo de 2013

Réquiem por un acuerdo común

Por:   Mikely Arencibia Pantoja


La Declaración Universal de los Derechos Humanos es uno de los documentos más citados en todo el mundo; pero, a la vez, es de los textos menos conocidos en su contenido real y también de los menos aplicados y respetados a escala mundial.

Este documento cuenta de 30 artículos y fue suscrito por la Organización Mundial de Naciones Unidas, considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de la igualdad de derechos de todos los seres humanos.

Una simple lectura a esta Declaración basta para comprender que se trata de un texto ignorado muchas de las naciones que lo suscribieron.

Por  ejemplo, en el artículo tres, se plantea que “todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad”. No obstante, a esta misma hora mueren miles de niños latinoamericanos debido a enfermedades curables, víctimas de las evidentes desigualdades imperantes.

Burlando la Declaración Universal de los Derechos Humanos también aparece la cúpula del narcotráfico, que espiga su fortuna sobre los cadáveres de millones de personas, incluidos niños, víctimas de los efectos de la droga.

En el quinto apartado se consigna que “nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Sin embargo, ahora vienen a mi mente los palestinos, afganos, kosovares e iraquíes; o los negros que son discriminados y condenados a muerte en Estados Unidos, sin llegar a demostrarles su culpabilidad. Pero, muy especialmente, pienso en los centenares de prisioneros que sufren vejaciones en la ilegal cárcel de Guantánamo.

Otros ejemplos hay por doquier. Está una Europa donde crece sin cesar el número de mujeres que se suman a la prostitución y el de menores que amanecen durmiendo en el metro o sometidos a trabajos rudos e ilegales. O un continente africano donde la esperanza de vida al nacer es apenas de 35 años.

Urge entonces que el acuerdo común llamado Declaración Universal de los Derechos Humanos deje de ser un simple documento de archivo, ignorado e irrespetado, fundamental y contradictoriamente, por muchos de los países de mayores recursos, precisamente los que más alarde hacen de libertad y democracia.