Camilo de todos
Por Mikely Arencibia Pantoja
Cada 28 de octubre los ríos y
mares cubanos se cubren de flores que salen en busca de un carismático y leal
hombre de pueblo: Camilo Cienfuegos.
Físicamente desapareció en 1959
cuando el avión en que viajaba desde Camagüey hacia La Habana se precipitó sin
dejar rastro alguno, mas su espíritu de luchador incansable está diseminado por
los rincones de la Isla,
fundido entre la gente que lo recuerda en cada jornada de la vida como el héroe
que fue y aún es.
De raíces muy humildes supo
ganarse el cariño de todo el pueblo por su jovialidad y desprendimiento
natural, a pesar de haber sido uno de los jefes principales del Ejército
Rebelde durante la Guerra
de Liberación Nacional y llegar a desempeñar importantes responsabilidades
militares tras el triunfo de la
Revolución.
Y es que la principal virtud de
Camilo era su don de combinar lo útil con lo bello aun en las situaciones más
difíciles, de tener siempre una sonrisa a flor de labios, sonrisa que no
debilitaría para nada la seriedad del momento y que le serviría de referencia
permanente.
El Héroe de Yaguajay, el Señor de
la Vanguardia
o el Compañero de Cien Batallas –como lo calificara el Che–, fueron algunos de
los calificativos que recibió como premio a su valor sin par.
Su personalidad caló con
particular fortaleza entre los niños y se ha desbordado de generación en
generación, tanto así que hoy, 54 años después, ellos son los primeros en
lanzar flores a mares y ríos para que corran raudas hasta su lecho de vida
–porque Camilo Cienfuegos no ha muerto– y le digan cuanto se le quiere y
recuerda.