sábado, 31 de agosto de 2013


¡Otra vez septiembre!

Por Mikely Arencibia Pantoja



En los últimos tiempos el desarrollo de la computación deja boquiabiertos a muchos, sin embargo, ¿se ha puesto a pensar qué es realmente una computadora?

La respuesta a esa interrogante es más simple de lo que parece, pues una computadora no es más, lea bien, que conocimiento humano acumulado.

Lo dicho significa que a pesar del vertiginoso auge tecnológico que identifica a la era moderna, donde –por ejemplo– un solo equipo puede sustituir el desempeño de mil obreros, los recursos humanos son y serán el elemento más importante con que cuenta la humanidad para conquistar un futuro mejor.

Recuerde siempre que el hombre no solo es el padre de la computación, la microelectrónica, la biotecnología..., sino que él mismo es quien las perfecciona, moderniza y explota.

Con frecuencia escucho la injusta alabanza que ensalza la inteligencia de un ordenador, mas, reitero, ese mérito no pertenece a la máquina, sino a su progenitor: el ser humano, que es capaz de lograr cosas increíbles a partir de la preparación y la cultura que posea.

Cuba es un país donde se aplican sabias estrategias para facilitarle a todos los ciudadanos adquirir o enriquecer sus conocimientos integrales. Y aunque en comentarios anteriores he tratado el tema no me parece ocioso retomar algunas particularidades relacionadas con lo alcanzado aquí en materia de educación.

A partir de septiembre más de 97 mil estudiantes piñareños se incorporarán a las aulas, realidad bien diferente a la existente antes de 1959 (año en que triunfó la Revolución) cuando solo el 56,4 por ciento de los niños podía asistir a la escuela primaria y únicamente el 28 por ciento de ellos lograba continuar sus estudios en los centros de enseñanza media.

Asimismo, la Educación Especial  era virtualmente inexistente y las pocas instituciones que funcionaban dependían fundamentalmente de patronatos particulares; hoy, en cambio, todas las provincias cuentan con centros dotados del capital humano y tecnológico necesarios para brindar un aprendizaje óptimo y reciben total apoyo del Estado, que subsidia esta y todas las demás enseñanzas.

Antes de 1959 solo existían tres facultades de Educación en las universidades de La Habana, Las Villas y Oriente, con matrícula bien reservada y una selección clasista; hoy este tipo de enseñanza está presente en todos los rincones del archipiélago y no existen privilegios en las formas de ingreso.

Por último, vale mencionar el entonces común desempleo de los maestros a pesar de la inmensa necesidad de su labor; tanto era así, que de acuerdo con un censo hecho a principios de la Revolución la cifra de educadores sin trabajo ascendía a diez mil. Lamentable paradoja.

Pero aquí, en Cuba, no solo la preocupación institucional se circunscribe a la facilitación de conocimientos técnicos, sino que también se inserta en otras aristas dirigidas a formar, crear o moldear valores éticos y sociales acorde con principios realmente humanos, divorciados del individualismo, el egoísmo, la violencia, la discriminación...

Así, este septiembre vuelve a ser un mes de libretas, lápices y cuadernos, de uniformes y mochilas, y, sobre todas las cosas, de mucha justicia social.