¡Otra vez septiembre!
Por Mikely
Arencibia Pantoja
En los últimos tiempos el desarrollo de la computación
deja boquiabiertos a muchos, sin embargo, ¿se ha puesto a pensar qué es
realmente una computadora?
La respuesta a esa interrogante es más simple de lo
que parece, pues una computadora no es más, lea bien, que conocimiento humano
acumulado.
Lo dicho significa que a pesar del vertiginoso auge
tecnológico que identifica a la era moderna, donde –por ejemplo– un solo equipo
puede sustituir el desempeño de mil obreros, los recursos humanos son y serán
el elemento más importante con que cuenta la humanidad para conquistar un
futuro mejor.
Recuerde siempre que el hombre no solo es el padre de
la computación, la microelectrónica, la biotecnología..., sino que él mismo es
quien las perfecciona, moderniza y explota.
Con frecuencia escucho la injusta alabanza que ensalza
la inteligencia de un ordenador, mas, reitero, ese mérito no pertenece a la
máquina, sino a su progenitor: el ser humano, que es capaz de lograr cosas
increíbles a partir de la preparación y la cultura que posea.
Cuba es un país donde se aplican sabias estrategias para
facilitarle a todos los ciudadanos adquirir o enriquecer sus conocimientos
integrales. Y aunque en comentarios anteriores he tratado el tema no me
parece ocioso retomar algunas particularidades relacionadas con lo alcanzado
aquí en materia de educación.
A partir de septiembre más de 97 mil estudiantes
piñareños se incorporarán a las aulas, realidad bien diferente a la existente
antes de 1959 (año en que triunfó la Revolución) cuando solo el 56,4 por ciento
de los niños podía asistir a la escuela primaria y únicamente el 28 por ciento
de ellos lograba continuar sus estudios en los centros de enseñanza media.
Asimismo, la Educación Especial era virtualmente inexistente y las pocas
instituciones que funcionaban dependían fundamentalmente de patronatos
particulares; hoy, en cambio, todas las provincias cuentan con centros dotados
del capital humano y tecnológico necesarios para brindar un aprendizaje óptimo
y reciben total apoyo del Estado, que subsidia esta y todas las demás
enseñanzas.
Antes de 1959 solo existían tres facultades de
Educación en las universidades de La Habana, Las Villas y Oriente, con matrícula bien
reservada y una selección clasista; hoy este tipo de enseñanza está presente en
todos los rincones del archipiélago y no existen privilegios en las formas de
ingreso.
Por último, vale mencionar el entonces común desempleo
de los maestros a pesar de la inmensa necesidad de su labor; tanto era así, que
de acuerdo con un censo hecho a principios de la Revolución la cifra de
educadores sin trabajo ascendía a diez mil. Lamentable paradoja.
Pero aquí, en Cuba, no solo la preocupación
institucional se circunscribe a la facilitación de conocimientos técnicos, sino
que también se inserta en otras aristas dirigidas a formar, crear o moldear
valores éticos y sociales acorde con principios realmente humanos, divorciados
del individualismo, el egoísmo, la violencia, la discriminación...