No es lo mismo
ser hospitalario que servil. En los diccionarios aparece la diferencia
gramatical entre ambos términos, mientras que la vida muestra la diferencia
práctica.
Siempre el
pinareño se caracterizó por una hospitalidad sin distinción de sexo, raza,
posición social, nacionalidad. Su mano la ofrecía voluntaria y
desinteresadamente a la persona que la necesitaba.
Así, prevalecía
el afán de atender bien e igual al prójimo. No importaba quién fuera o de dónde
viniera. La costumbre solo tenía una ley impuesta por la educación recibida
desde la cuna y la espontaneidad: entre lo poco, dar lo mejor.
Entonces, el
placer de ser buen anfitrión era únicamente a cambio de escucharle al otro
decir “gracias” y hasta fijar una cita que no por formal se despreciaba:
“Bueno, hasta más ver”.
Hoy, a pesar
de que aún existen los que ven la hospitalidad como el encanto incorrupto,
muchas de estas maneras cambiaron y ahora responden a pasiones serviles,
lacayunas, subordinadas al imperio del dinero y el interés. Dos ejemplos:
Con simpático
ademán un hombre le cede el paso a tres extranjeros que van en auto por la
calle Martí –principal arteria de la ciudad–, ellos sonríen y agradecen dándole
adiós. Unos metros después aparcan y otro pinareño se apresura, los ayuda a
bajar, les limpia y cuida el carro, y termina con la mano derecha estirada en
espera de la limosna. Sin dudas, entre la hospitalidad del primer individuo y
el servilismo del segundo hay enorme abismo.
Y aunque duela
creerlo, lo cierto es que algunos hoy viven del llamado negocio de la
hospitalidad, donde hasta el más mínimo auxilio se vende.
“Tanto tienes
tanto vales”, es la filosofía de quienes piensan que los actos de buena fe
pasaron de moda y que el dinero todo lo puede. Pero, amén de la carestía de la
vida, la culpa no es de la crisis económica, sino de aquella gente que baja con
gusto la cabeza para que le cuelguen su precio.
Es cierto que
los tiempos actuales son difíciles y que el salario de la mayoría de los
cubanos es insuficiente; sin embargo, todo no puede estar en venta.
Por encima de conceptos y definiciones, la
diferencia entre hospitalidad y servilismo sugiere cuestiones de principios,
moral y orgullo propio, cosas demasiado serias para ser negociables.