domingo, 28 de julio de 2013



¡Felicidades Comandante Chávez!


Por Mikely Arencibia Pantoja
Chávez, el hombre que cambió el curso de América cumple 59 años. Y fíjese que no digo “cumpliría”, sino que hablo en presente, en el mismo tiempo que está él.

Y no importa que me tilden de ignorante por desconocer la ley de la naturaleza que asegura que en la vida se nace y se muere, porque para pocos, como él, solo se realiza lo primero.

De cualquier manera no estaría molesto porque me creyeran medio loco por mantener vivo a alguien que físicamente no está, entre otras cosas porque sé que estoy acompañado en mi supuesto delirio por millones de personas que comparten mis ideas.

Su alma quijotesca, bolivariana y martiana quedaba pequeña en el espacio físico de su cuerpo y escapó de él para esparcirse, para bañar de esperanza a los pobres de la tierra y devolverles la confianza de que un mundo mejor es posible.

Así lo veo y no es utopía. Asómese este 28 a las redes sociales, vea la televisión, salga a la calle y sentirá a un Chávez multiplicado en cada niño, anciano, hombre y mujer; lo podrá tocar en cada proyecto y en todas las ideas nobles que surjan.

Con un valor sin par estará en cualquier parte. Algunos lo adorarán cual si fuera un Santo y otros lo tendrán como símbolo vivo y práctico de rebeldía; pero eso sí, todos, aún los que lloren en el Cuartel de la Montaña al pie del descanso de su cuerpo, darán gracias por la bendición de haberlo tenido. Entonces festejarán este y todos sus cumpleaños.

No tengo dudas: la sonrisa de quienes lo aman será su mejor regalo. ¡Felicidades Comandante!

 

jueves, 25 de julio de 2013



26 de Julio: tributo, jolgorio y reafirmación


Por Mikely Arencibia Pantoja



El 26 de julio de 1953 fue para los cubanos la fecha catalizadora de todo el movimiento revolucionario que se gestaba en la Isla y sirvió como señal inequívoca de resolución ante los acuciantes problemas que mantenían a este país bajo un manto de subdesarrollo, coloniaje, servidumbre y dependencia de los Estados Unidos.

Ese día fueron asaltados los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, ubicados en Santiago de Cuba y Bayamo –provincia de Granma–, respectivamente, dos de las fortalezas militares más poderosas de la dictadura de Fulgencio Batista, quien fuera el último presidente de la época prerrevolucionaria.

Desde entonces ese día es para los cubanos una fecha de tributo, jolgorio y reafirmación. Una jornada que se incorporó por derecho propio a las tradiciones familiares y políticas de un pueblo que le debe su independencia, en buena medida, a la acción gestada entonces.

La operación la comandó Fidel Castro y en ella participaron cientos de jóvenes, muchos de los cuales cayeron heroicamente en combate y otros tantos resultaron detenidos. Sin embargo, aunque no se logró el cometido final, el hecho devino duro golpe para el gobierno de turno.

Después llegarían momentos trascendentales en las luchas por la independencia de Cuba: el encarcelamiento de los moncadistas, “La Historia me Absolverá”, el destierro de los asaltantes hacia México, el desembarco del Granma en 1957 y, dos años más tarde, el anhelado triunfo de la Revolución.

El 26 de Julio es singular efemérides donde convergen el dolor por las vidas cercenadas y la alegría por lo necesaria que resultó en la maduración de las ideas libertarias.

No es fecha bañada solamente por el discurso político que, si bien le es inherente, este deja espacio para reuniones familiares, actividades socio–culturales y convites que sirven para la remembranza y el esparcimiento.

Sin dudas, es un día jubiloso y como tal será recibido este y todos los años que están por venir, porque nunca faltará un 26 de victorias para festejar y recordar, para impulsar obras sociales y económicas, y para recordarle a los enemigos de Cuba que siempre habrá disposición para reeditar el Asalto si fuera necesario.


 

domingo, 21 de julio de 2013



La mejor riqueza


Por Mikely Arencibia Pantoja

“Era un hombre tan pobre que solo tenía dinero”. Hace poco leí esta frase y la lectura me llevó a realizar las siguientes reflexiones.

Por ejemplo, piense cuántas personas en este preciso instante son así de pobres, aunque de sus bolsillos goteen monedas.

La cuestión radica en que la pobreza, vista desde un prisma humano, nada tiene que ver con el dinero, sino que esta se relaciona con la actitud egoísta y solitaria que asumen algunos, como dijera Vinicius de Moraes, y cito:

“La mayor soledad es la del hombre encerrado en sí mismo, en el absoluto de sí, y que no da a quien pide lo que puede dar de amor, de amistad, de socorro. El mayor solitario es el que tiene miedo de amar, el que tiene miedo de herir y de herirse, el ser casto de mujer, de amigo, de pueblo, de mundo...”

Entonces, ese “hombre tan pobre que solo tiene dinero” está reflejado en la persona avara, que nada más tiene capacidad para pensar en el enriquecimiento propio y jamás se preocupa por sembrar y cultivar amistades; o en el hombre interesado, cuyo proceder mercantilista le impide dar algo a cambio de la palabra “gracias”. Se trata de gente que vive para sí, pero que, en esencia, no vive.

Sin dudas, la riqueza espiritual de las personas es la mejor fortuna, aunque sea imposible cuantificarla, guardarla en una cuenta bancaria o ganarle intereses financieros.

Dicha riqueza, esa que se gana en sociedad, compartiendo lo nuestro con los demás, siendo solidarios, caritativos, amables, preocupados, queriendo y dejándonos querer... nos proporciona sustanciosos dividendos.

Por mucho dinero que tengamos, nunca podremos comprar a un amigo en un mercado, como tampoco lograremos a base de dinero hacer que otra persona esté dispuesta a escucharnos en una situación de crisis, con el único interés de ayudarnos a ganarle la partida al mal momento.

Quien crea tenerlo todo porque le sobra el dinero, solamente tendrá a su alrededor a hombres y mujeres como él, que no son más que mercenarios de la vida.

Amigos y familia son cosas que jamás estarán en venta, y nada más serán alcanzables por quienes sepan alimentar con buenas acciones la dicha que significa vivir.