La reacción popular que aún se percibe en Cuba ante el
anuncio del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre la Isla y los
Estados Unidos es, sin dudas, la muestra más fehaciente de que ambos gobiernos
están haciendo lo correcto al decidir emprender un rumbo de entendimiento y
respeto mutuos.
La mayoría a nivel mundial también recibió con beneplácito
el hecho que abre una puerta de esperanza para el mejoramiento en todas las
esferas y a un intercambio que no solo favorecerá a las dos naciones, sino que
también involucrará para bien a terceros países.
Y como era de esperar el pequeño clan anticubano radicado en
Miami está aullando y apelando a calificativos “antipresidenciales” algo
subidos de tono donde han llegado a catalogar el hecho hasta de “traición
política”. Pero esto, a mi modesto
parecer, también es una expresión elocuente de que se está obrando
correctamente, y me explico.
¿De qué vivirá ese grupo de politiqueros millonarios cuando
comiencen a materializarse las ideas planteadas por ambos dignatarios?
Recordemos que ellos se alimentan de rapiña y crecen en la misma podredumbre y
mentira que se inventan. Entonces tiene que dolerles que le quiten el oxígeno.
Lo que nunca comprenderé es cómo esta mafia de la extrema
derecha miamense puede autodenominarse defensora de los derechos humanos y de
las libertades cívicas en Cuba, cuando arremeten contra medidas realmente
restauradoras de la fe y pedidas a gritos por la comunidad internacional; o
cuando amenazan con utilizar todos los recursos para impedir que la familia
cubana –que aunque nos duela es también la familia de estos desnaturalizados–
sufra las carencias resultantes del bloqueo y de un esfuerzo cincuentenario
dirigido a asfixiarle los sueños.
¿Realmente sabrán tan siquiera dónde queda Cuba? ¿Conocerán
los beneficios del inicio de las relaciones diplomáticas entre nuestros
gobiernos? ¿Tendrán una idea de cuánto le reportará a la paz y a la integración
en la región?