Pedir un favor puede parecer algo bien fácil,
principalmente para algunas personas demasiado desenvueltas; sin embargo, no
todo el mundo sabe pedirlos y eso se evidencia con bastante frecuencia.
Por ejemplo, lo he sufrido en carne propia mientras
camino y alguien, desconocido por demás, me asalta con tono imperativo: “Puro,
ponme con el tiempo”.
Entonces, como uno conoce ese tipo de jerga, comprende
enseguida que el susodicho lo que quiere es saber la hora y cumple su voluntad.
Y ahí mismo termina el cuento, porque ya las gracias pasaron de época, como
también se esfumaron el “usted sería tan amable”, “disculpe que lo moleste”,
“con permiso”...
Pero bueno, volviendo al tema que nos ocupa, estoy
seguro que se habrá percatado de que ya casi nadie encabeza una solicitud con
ese término, o sea, ya son pocos los que comienza la oración de pedido con el
siempre bien recibido “por favor”.
Los que así obran intentan respaldar su omisión tras
la manera desenfadada que suele caracterizar al cubano y tras esa familiaridad
que lo identifica. No obstante –como dice el refrán– “lo cortés no quita lo
valiente” y uno puede ser amistoso, familiar, solidario, hospitalario o
caritativo, que ninguna de esas virtudes son justificativas de la mala
educación.
Pedir limosna con escopeta ha devenido práctica
habitual para determinados individuos que no saben deslindar entre una
obligación y un favor, y vuelvo a los ejemplos.
Hoy, con la naturalidad más grande del mundo,
cualquier desconocido se le puede parar delante y ordenarle comprar cigarros,
marcar en una cola o guardar un asiento en el ómnibus, sin necesidad de
utilizar tan siquiera una vez la expresión “por favor”.
Sin dudas, el problema se llama “mala educación” y
ninguna relación guarda con esa peculiar manera de ser que tiene el cubano.
Entonces, como ocurre con otras tantas torceduras de
la conducta, corresponde a la familia
–en primera instancia–, a la escuela, al barrio y al resto de la sociedad con
toda su infraestructura organizacional, corregir el rumbo y rescatar la frase
de marras devenida importante carta de triunfo a través de todas las
generaciones precedentes.