Chávez, en todo y en todos
Por Mikely Arencibia Pantoja
Parece que fue ayer y ya pasaron
doce meses de la desaparición física de Chávez. O mejor, parece que no fue
nunca y quizás por eso luce incierto el hecho, porque un líder de semejantes
quilates jamás se marcha.
No obstante, la noticia llegó con
el sabor más amargo que pudiera imaginarse, porque ni aún lo esperado del
suceso debido a su enfermedad mató las esperanzas en quienes rogábamos por su
salud.
Y sí, lo reconozco, fuimos y
somos ignorantes a conciencia cuando nos resistimos ante la realidad, cuando
hoy –un año después– todavía lo vemos convertido en niño, en pueblo, en
América; cuando su imagen ondea en banderas multicolores y cuando su espíritu de
luchador incansable desnuda la mentira que se empeña en destruir la Venezuela
actual y viste de confianza a quienes no se dejan confundir.
Carismático sin par, orador por
naturaleza, justo como pocos, eterno soñador y rebelde con causa… así fue y es
Chávez.
Los cerros lo conocieron en total
magnitud cuando apostó por cambiarle la vida a su gente; se propuso extraer de
la oscuridad a millones y lo consiguió; enseñó a escribir, a ver, a leer y a
soñar; hizo que regresara el deseo de vivir a una Venezuela que ya no era dueña
ni de su identidad.
Tejió con hilos de oro la Alternativa Bolivariana
para las Américas y exportó hermandad y unidad sin límites. Contagió a los
latinoamericanos con su proyecto de una sola Patria y fue bautizado como el
nuevo Libertador.
Entonces el tiempo es nada frente
a la huella indeleble de un inmortal que siempre estará ahí, en todo y en
todos.